Llegar a Bangkok es toda una aventura en sí misma.
Vuelos que parecen interminables, demasiada comida de avión y largas esperas en aeropuertos varios sólo incrementan la ansiedad curiosa de llegar a la capital de Tailandia lo antes posible.
Pero eso sí, una vez que se aterriza, el cansancio se esfuma como por arte de magia y a pesar de ese zumbido en la cabeza producto del jet lag y de no entender una sola palabra alrededor, lo único que importa es ese sentimiento, esa certeza de que has llegado a un mundo completamente nuevo, a un universo único que no puedes esperar para descubrir gota a gota.

Como muchas otras ciudades, Bangkok surgió de la caída de otra gran ciudad: Ayutthaya. Antigua capital del Reino de Siam, Ayutthaya cayó en 1767 bajo las fuerzas birmanas lo que dio lugar a la fundación de una nueva capital a orillas del río Chao Phraya. Desde entonces, Bangkok se ha forjado en el tiempo generando para si misma una atracción fatal que ha llevado a muchos a rendirse ante su encanto.
Es un lugar único donde la vida moderna y los más altos estándares del lujo occidental coexisten con una serie de tradiciones ancestrales y legados culturales profundamente arraigados. Así pues, Bangkok se presenta ante el visitante inmensa con sus templos y palacios del Rey Rama I, familiar con los rezagos dejados por la influencia europea de la era colonial y rematada por la fiebre asiática de los rascacielos de los años ochenta.


Después de haber recorrido las principales atracciones turísticas (que no mencionaremos aquí pues la idea es mostrar la otra cara de Bangkok), la invitación es a dejarse llevar por la ciudad. Piérdete, deja tu lógica occidental bien guardada en tu mesita de noche (si es posible, junto a tu Lonely Planet) y tómate las calles con los ojos bien abiertos.
Explora la relación de los locales con la mística y lo divino
Si logras escapar del frenético impulso de shopping en los distritos comerciales de Ciam y Pratunam, busca un poco de tranquilidad en los pequeños templos donde los locales se sienten lo suficientemente a gusto como para tomar una siesta al mediodía bajo los Budas dorados que cuidan su sueño y los protegen del sol. Aprovecha estos espacios para recordar los tres principios claves del budismo:
- 1- Nada de lo que nos rodea es permanente, al igual que tampoco lo somos nosotros. Así que sea lo que sea que te atormente simplemente déjalo ir.
- 2-Nuestros deseos son solo ilusiones de ideas que no existen y con el deseo viene el sufrimiento. Aprende a desapegarte.
- 3-Eres uno con el universo, olvídate de ti mismo, no hay tal cosa.


Una vez que te haya quedado claro, aprovecha para pasear por el mercado de amuletos y elige el que mejor se adapte a tu personalidad mientras eres testigo del sincretismo cultural entre el budismo Theravada, el hinduismo y el animismo. La espiritualidad aquí puede tener tantas caras como se piense, abárcalas sin miedo en todo su esplendor.
Aprovecha para ver muchas culturas diferentes en un mismo lugar
Y hablando de muchas facetas, la diversidad étnica y cultural es una característica muy importante de Bangkok. Tailandia ha recibido una cantidad importante de olas migratorias de todo el sur de Asia durante los últimos siglos, lo que convierte al país en ese hervidero de culturas ricas y preciosas que tanto fascina.
Si buscas encontrarte con unos verdaderos maestros del comercio, no puedes dejar de ir a Pahurat, el distrito indio donde la comunidad inmigrante ha establecido una pequeña versión de la India. Aparte de poder hacerse con telas, especies y otros bienes tradicionales indios, es también una oportunidad perfecta para visitar el segundo templo Sikh más grande del mundo por fuera de la India, el Sri Guru Singh Sabah.

Y de la India se puede pasar a la China a un par de calles de distancia dirigiéndose hacia el barrio Yaowarat. Con sus casas de té, sus consultorios de medicina tradicional y, por supuesto, cuanto objeto producido en masa existe, este chinatown resulta sensacional para dejarse vagar entre callecitas y puestecitos además de comer un buen bocado por ahí.

Encuentra un barrio tradicional y piérdete en él
Si se mira de cerca, lejos de los caminos recorridos y las tourist traps, se puede ver otro lado de la vida cotidiana en esta metrópolis. Pequeños distritos de casas de madera, de callejones angostos y de difícil salida es donde se puede apreciar el efecto de puertas abiertas de par en par. Es donde se puede ver a las familias cocinando tranquilamente en su porche el pescado fresco capturado en el río y a la personas mayores cuidando con devoción y mucho respeto sus altares.

Olvídate de tuk tuks, trenes elevado, motocicletas, automóviles, mercados monumentales y edificios sin tope. Sin duda verás como cada capa de esta ciudad de contrastes se abre para ti y entenderás cómo a pesar de ser tan diferentes, las facetas de Bangkok funcionan en perfecta sincronía. Ahora sí, después de una aventura por el otro Bangkok puedes regresar a tu mesita de noche con tu lógica occidental y tu Lonely Planet. De seguro a ninguno de los dos los volverás a ver con los mismos ojos.